Políticos y globalistas redactarán presunta nueva constitución en Chile

BeFunky-collage (30).jpg

Por: Valentina Morgan

Ayer, martes 2 de diciembre, sucedieron dos hechos determinantes para la redacción de la nueva Constitución de nuestro país, una sucedió en Francia y otra en Valparaíso, en manos de los poderes ejecutivo y legislativo.

Primer lugar: Francia. La mañana de ayer, la radio Cooperativa entrevistó al ministro de Relaciones Internacionales, Andrés Allamand, quien se encuentra en una gira por Europa para promover y expandir la injerencia globalista en Chile. Nuestro canciller firmó un acuerdo con la OCDE, organismo el cual, como regalo del gobierno al proceso constituyente, asesorará y tendrá incidencia directa en la próxima carta magna. Allamand excusó esta decisión argumentando que esto ayudará a “generar un acompañamiento técnico al proceso constituyente de primer nivel”. 

Cabe destacar que, durante la entrevista, mencionó detalles de su viaje de cómo vieron satisfechos los europeos globalistas la gestación de la demanda de una nueva Constitución de manera “democrática”. Especialmente recalcó, por alguna razón, que la famosa “paridad de género” de la convención fue la medida más aplaudida por figuras como la canciller liberal progresista de Bélgica, Sophie Wilmès.

El hecho de que la OCDE tenga injerencia en nuestro proceso constituyente es completamente raro, ya que, cabe recordar que la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económicos, tal como dice su nombre, es un organismo internacional de coordinación de políticas económicas, tanto de expansión y estabilidad económica como de comercio multilateral. Es por esto que resulta inexplicable que técnicos de la OCDE asesorarán a los políticos que eventualmente terminarán saliendo elegidos por nosotros, teniendo competencias e intereses distintos a lo que uno desearía para nuestro país.

Quizás tengamos dos opciones, o estos técnicos van a ser solo tecnócratas económicos a los que no les incumbe lo que está pasando en Chile y de paso no van a tener puntos de encuentro con los constituyentes que apelarán al populismo económico para ganar, o bien, buscarán imponer los principios globalistas de otros organismos internacionales tal como lo han buscado la izquierda y la centroderecha, experimentando con nuestro país y destruyendo nuestra soberanía.

Segundo lugar: Chile. Las cosas que suceden en el Congreso Nacional ya no nos sorprenden mucho, pero tal vez sí a la gente que depositó su confianza en el apruebo y en una Constitución de fantasía. Ayer se despachó el proyecto de ley desde el Senado que, supuestamente, “facilita” la participación de independientes en la Convención Constitucional. 

Dicho proyecto implica que, los independientes para poder candidatearse, “requerirán el patrocinio de un número de ciudadanos independientes igual o superior al 0,2% de los electores que hubiesen sufragado en el respectivo distrito en la última elección parlamentaria”. Es decir, se necesitan 300 firmas en solitario y 500 en listas menos que en la primera propuesta. De ratificar la Cámara de Diputados estas modificaciones, los políticos tendrán el camino un poco más despejado para instalarse de lleno en la Convención Constituyente.

¿Cuál es el problema y letra chica de este proyecto? Estas listas no pueden hacerse con partidos políticos, sino de manera 100% independiente. A fin de cuentas, las iniciativas que han pasado por el Congreso solo han dificultado más el camino a la convención para “el pueblo” y esta nueva regla, decidida por los honorables peor evaluados por la población chilena, se adiciona a las múltiples problemáticas que tienen los independientes para ser candidatos: capital humano y financiero, juntar firmas en pandemia y poder llevar a cabo, si es que llegasen a ser candidatos, una campaña electoral visible en sus distritos. 

La apatía política del chileno nos ha hecho perder terreno para entrar en esa arena e intentar contrarrestar estos cambios sobre la marcha. También, esa misma apatía no nos ha permitido ver el nivel con que el globalismo ha permeado fácilmente nuestra institucionalidad, mediante las decenas de tratados a los que estamos adscritos y las “recomendaciones” de los organismos internacionales de hasta cómo hacer nuestra Constitución. Así como los izquierdistas siempre se han admirado por el “imperialismo” que nos gobierna, ¿por qué ahora no se inmutan con esto que crece como una gran bola de nieve? ¿Somos aún soberanos en nuestro propio país o siquiera en nuestros hogares? ¿Qué esperan para moverse y defender lo nuestro?

Constitución, Globalismo