Los comunistas van por todo y la centroderecha recién se da cuenta
Ad portas del plebiscito ilegítimo del pasado 25 de octubre el sector político de la derecha chilena vivió un fraccionamiento irreparable. Una buena parte representada por personajes socialdemócratas como Joaquín Lavín, Mario Desbordes o centristas como Sebastián Piñera o Felipe Kast decidieron apoyar a la opción “apruebo” que representaba a todos aquellos violentistas y comunistas radicales que pretendían demoler nuestra institucionalidad política y económica para instalar un nuevo régimen totalitario en el país.
La otra parte, la de la verdadera derecha, se mantuvo firme en torno a la opción RECHAZO y fueron frecuentemente insultados y ridiculizados por los centroderechistas del “apruebo”, debido a que los trataban de extremistas, negativos y exagerados. Evidentemente, los patriotas del RECHAZO advertían que el proceso constituyente llevaría al país al despeñadero económico y moral y nos acercaría a un régimen nefasto del cual sería muy difícil escapar.
Efectivamente, el momento de las verdad llegó, y considerando que la izquierda radical está aprovechando de destruir la capitalización individual de las pensiones con apoyo popular conseguido mediante décadas de adoctrinamiento y engaños y que por ello cuenta con una guerrilla urbana dispuesta a ejecutar la violencia política impunemente contra quienes no les hagan caso en el proceso, los políticos que representan a esa izquierda extrema han llegado al punto de saber que pueden pedir cualquier cosa y el sistema político está tan, pero tan débil, que sencillamente accederá a sus peticiones por miedo a que escale la violencia generalizada.
Todo esto es lo que explica la predecible noticia que recibimos recién iniciada esta semana, que la diputada comunista Camila Vallejo presentará un proyecto de ley que busca permitir que los integrantes de la Convención Constitucional decidan si quieren mantener o modificar el quórum de los 2/3 para aprobar o rechazar las indicaciones que formarían parte de la nueva Constitución.
Examinemos un poco el problema, la izquierda radical ha asumido que para poder llegar a sus fines últimos necesitan ir cambiando las reglas del juego a su conveniencia a medida que va cambiando el escenario, debido a que en una revolución todo vale para llegar a su objetivo: el comunismo. Por ejemplo, la izquierda ya cambió las reglas del juego incluyendo escaños reservados para colectivos armados por vía de la deconstrucción, vinculados principalmente a las ideologías del indigenismo y el multiculturalismo, por ende son colectivos que ellos manejan políticamente, por ende ya tendrían escaños extra que les serían regalados de antemano, lo cual de democrático no tiene nada.
Entonces, si entendemos que 2/3 de los asambleístas serían el quórum que impediría por ejemplo que ideas descabelladas contra la vida, la libertad y la propiedad privada sean puestas en la nueva carta magna. Pero dadas las actuales correlaciones de fuerza y el impulso que ha obtenido la izquierda radical gracias al populismo, si obtienen la mayoría simple para modificar o inventar artículos de una nueva constitución les será mucho más fácil incluir cualquier absurdo propio de una constitución comunista.
Consideremos también que el Partido Comunista no fue parte del “acuerdo por la paz” firmado por la clase política en noviembre del año pasado en el marco de regalar nuestra Constitución a los violentistas que el Gobierno se negaba a reprimir. Entonces, el hecho de que ahora modifiquen esas leyes que nadie quiso los pone en una peculiar situación de hipocresía, pero a la vez ventaja sobre el proceso constituyente que es extremadamente peligroso para nuestro país. El proyecto de Vallejo recibió apoyo transversal de otras izquierdistas: Alejandra Sepúlveda (de la Federación Regionalista Verde Social), Camila Rojas (de Comunes), Maya Fernández (del Partido Socialista), Cristina Girardi (del Partido por la Democracia) y Pamela Jiles (del Partido Humanista).
El progresivo avance en materia de transgredir lo que los políticos acordaron el año pasado por parte de la izquierda radical ha generado recién ahora reacciones en la centroderecha e incluso en sectores de la centroizquierda que de forma completamente inocente e ilusa creyeron que este proceso sería tranquilo y basado en un diálogo responsable.
Por ejemplo, el presidente Sebastián Piñera, responsable principal de que hayamos llegado hasta este punto, indicó que la izquierda estaba trabajando en un proyecto constitucional paralelo. Habría que preguntarse si de el presidente no se equivoca una vez más y se comprueba que esta forma tramposa de hacer política de los comunistas va a ser de ahora en adelante la política oficial que habrá en nuestro país.
Esta sensación de desengaño se está viviendo no solo entre muchos militantes de centroderecha que votaron apruebo y ahora se sienten traicionados sino que se extendió por ejemplo a sectores de la Democracia Cristiana, como Fuad Chahín, quien dijo: “Las reglas del juego nunca se cambian en medio de la partida. Un quórum de 2/3 en la C C es lo que se votó en el Apruebo para q la Constitución nos represente a todos. Inaceptable proyecto de Camila Vallejo que con una lógica Chavista pretende cambiar esta regla básica.”
Aquí hay que ser claros, ¿los engañaron? Sí, probablemente a algunos, otros siempre fueron cómplices. Pero aunque los hayan engañado aquí no existe justificación alguna para darse cuenta a estas alturas que el “apruebo” era lo peor para Chile. No hace más falta que tomar un libro de historia para entender cómo funcionan los comunistas y socialistas. No hace más falta que abrir los ojos ante la existencia de anarquismo, terrorismo y guerrilla amparados por la izquierda en territorio nacional.
Los patriotas del RECHAZO siempre lo advirtieron y no quisieron ir. Estamos en una insurrección generalizada con injerencia e influencia de orden incluso global. Lo que se jugó desde el día 1 era la demolición completa de todo lo que conocemos y la izquierda no espera dar ningún paso atrás en ese proyecto. Si usted fue un iluso que se dejó embaucar por el discurso de la “dignidad” es hora de llorar menos y hacer más. Es hora de abrir los ojos, reconocer y asumir la realidad. La izquierda radical va por todo, y los que creyeron en la idea de un diálogo o una nueva constitución que fuera buena para Chile fueron solo un instrumento que hoy la izquierda está botando a la basura.