El oscuro origen de la pelea entre Renato Garín y Fernando Atria que tensiona el debate constitucional

Durante la semana recién pasada se hizo público un escándalo de dimes y diretes entre dos convencionales de izquierda: Renato Garín y Fernando Atria. El pasado sábado 2 de abril Garín denunció que la hija de Atria había celebrado el cumpleaños de una amiga suya en la casa del clan Atria, lugar donde el grupo de asistentes a la fiesta usó una piñata con la cara de Garín para reventarla con un palo. Garín acotó en Twitter: “Esto no es gracioso, al contrario. Antonia Atria Fuentes, hija del señor Atria y la subsecretaria Fuentes, sube a sus redes este video. La gracia consiste en romper una piñata con mi rostro. ¿Qué ocurriría si fuera una de mis parientes y el rostro fuera el de Atria?”.

Por su parte, Atria pidió disculpas por el mismo medio y expresó: “Ayer llevé feliz la torta a una muy querida amiga de mis hijas q celebraba su cumpleaños en mi casa. Después, mientras yo ya dormía, usaron una piñata con la foto de un CC, lo q creo de mal gusto. Como fue en mi casa, aun sin mi conocimiento, mis disculpas al conv. @RenatoGarinG”.

Sin embargo, la molestia de Garín había ya escalado y solicitó al claustro académico de la Universidad de Chile la remoción de Atria como docente. En una carta presentada a los académicos, Garín indicó que Atria “noi puede seguir educando jóvenes, ni acumulando ayudantes, ni promoviendo el odio a vista y paciencia del Decano, de quien Atria fue ayudante con nombramiento”. Para peor, Garín añadió con tono de acusación sexual: “En mi casa nunca mi padre le llevó una torta con esa actitud a una jovencita, menos en ausencia de mi madre”.

Aún más, con un tono que puede parecer exagerado, Garín alarma por la extrema violencia que atribuye al clan Atria, que le hace temer por su propia integridad física. Indicó a los académicos de la Universidad de Chile: “Hoy me ha tocado ser yo la víctima de esta escalada fascistoide, sin embargo mañana puede ser alguna o alguno de ustedes. Es perfectamente posible pensar que, en el futuro, alguno de las decenas de ayudantes-acólitos del señor Atria tomará venganza en su propia mano. Agreguen a eso que en Chile existen casi 800 mil armas en los hogares”.

Sin embargo, ¿qué se esconde detrás de esta historia de odio entre estos dos izquierdistas? Una profunda diferencia en el modelo revolucionario que ambos promueven, pero además, los rasgos narcisistas de ambos. Y si bien ninguno de los dos se encuentra en la vanguardia revolucionaria más radical que maneja a la Convención Constitucional, ambos pueden tener una voz relevante en caso de que intente postularse una “tercera vía” que implique una nueva constitución socialdemócrata de emergencia.

En primer lugar, una breve reseña de ambos puede ayudar a entender esta pelea: Fernando Atria es un exmilitante socialista, profesor de derecho constitucional que se ha destacado como uno de los principales ideólogos de la destrucción de la Constitución liberal de 1980 para imponer una nueva constitución socialista. Tuvo un rol destacado como el ideólogo del régimen socialista de Michelle Bachelet entre 2014 y 2018 y es autor de varios libros en los que expone su forma de pensar el Estado, la ley y la economía en la utopía socialista que postula. El purismo y extremismo del sistema que defiende le hicieron girar aún más a la izquierda y salirse del Partido Socialista.

Por su parte, Garín es un ex-liberal que derivó en una especie de socialdemócrata radical que aún cree en la racionalidad de la gestión de los recursos. Garín expone un discurso evasivo y ambiguo a la hora de poder ser descrito ideológicamente, sin embargo ha destacado por tener un bagaje intelectual superior al izquierdista promedio, pero ha presentado severos problemas de carácter y de manejo de ira que lo mantienen excluido de cualquier grupo de izquierda. Su énfasis por el ámbito intelectual y su actitud displicente respecto de sus correligionarios severamente ignorantes hacen que Garín se enfoque más en contendores que tengan un nivel intelectual a su altura, y encontró en Atria un rival digno a su juicio.

Los primeros roces notorios públicamente entre Garín y Atria vinieron cuando Garín denunció que Antonia Atria, la misma hija de Fernando Atria que golpeó la Piñata con la cara de Garín, había sido contratada como asesora por la convencional del partido neomarxista Revolución Democrática Giovanna Roa, ante lo cual Antonia Atria renunció, alimentando así un fuerte odio contra Garín.

Pero a nivel ideológico el conflicto escaló cuando Garín decidió esbozar una crítica más intelectual a su contendor, para lo cual escribió un artículo llamado “El Atriarcado, entre la teología y la política”, en el cual, a grandes rasgos, concluía que la visión socialista de Atria está marcada por una visión escatológica donde el socialismo se cumple en la Tierra de forma equivalente a la llegada del hombre al reino de Dios, vinculando prácticamente a Atria como un continuador de la Teología de la Liberación y un seguidor de la Teología Política, según la cual “Tanto la política como la teología tendrían un norte común: el mundo por venir, la parusía, el mutuo reconocimiento recíproco de todos los seres humanos”.

La clave de esta apelación filosófica es que para Garín, Atria está construyendo un modelo donde se ve a sí mismo como un filósofo-rey al estilo platónico, esto significa que debe “gobernar pues [tiene] la capacidad indispensable para distinguir la “realidad” de la “apariencia””. En palabras simples, Garín acusa a Atria de megalomanía, viéndose a sí mismo como un teólogo-político de izquierda, es decir, a juicio de Garín, un equivalente de lo que fue Jaime Guzmán para el pinochetismo.

Esta crítica enardeció a los seguidores de Atria, por lo cual, desde esta disputa fue reemergiendo la pelea directa entre ambos izquierdistas, con nuevos hitos como el de la piñata. El problema es que, efectivamente, al no estar ni Garín ni Atria dentro de la nueva elite autonomista y deconstruccionista que impera en La Moneda y la Convención Constituyente, las posturas de Garín y Atria amenazan con convertirse en marcos de referencia ante la eventual emergencia de una constitución comunista más “moderada” en caso de que el proceso actual colapse, y ante ello la derecha, para variar, no tiene respuesta.

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