Avanza en Convención Constituyente iniciativa que permite la libre inmigración en masa y la prohibición de expulsar inmigrantes ilegales
El pasado viernes 15 de abril, mientras en Chile y el mundo cristiano civilizado se conmemoraba un nuevo Viernes Santo, la ultraizquierda avanzó en sus planes aprobando en la Comisión de Derechos Fundamentales el derecho a inmigrar libremente a Chile, sin importar el origen ni la condición de llegada y con prohibición de de devolución bajo la excusa del derecho al asilo.
Usando como respaldo los convenios globalistas establecidos por el progresismo radical de Naciones Unidas, los ultraizquierdistas involucrados en la votación hicieron efectiva su alianza con la organización “Coordinadora Nacional de Migrantes”, la que con el apoyo de los jesuitas se dedica a promover la inmigración ilegal y la imposibilidad de deportar a inmigrantes que sean delincuentes.
Con la libre inmigración los inmigrantes ilegales dejan de existir como categoría, ya que cualquier persona tiene derecho a ingresar a Chile y exigir inmediatamente a los chilenos y al Estado que sea forzada su inclusión, sin importar limitaciones económicas, espaciales o culturales, da lo mismo si se trata entonces de una inmigración masiva o si los inmigrantes son parte del crimen organizado o delincuentes comunes.
El Estado chileno deberá servir a los inmigrantes de forma prioritaria, lo que según la iniciativa esto será “sobre la base de los principios de igualdad, universalidad, perspectiva de género, enfoque diferenciado, inclusión y unidad familiar”.
En el tercer inciso se mantiene la figura simbólica de un supuesto “análisis razonable caso a caso” en caso de tener que deportar a un solo individuo, pero queda absolutamente prohibido expulsar inmigrantes de nuestro país en masa.
La ultraizquierda valida la libre inmigración con dos objetivos: primero fomentar el caos social que genera la entrada de sicarios, narcotraficantes e individuos que traen costumbres conflictivas frecuentemente asociadas a la brujería y la violencia extrema, y en segundo lugar, para establecer su tiranía, los comunistas y los globalistas requieren la demolición de la identidad nacional.