Subsecretario Miguel Crispi calificó al terrorista Celestino Córdova como "preso común" contrariando a la ministra de Justicia

Una nueva ruptura estratégica ocurrió a comienzos de la presente semana dentro de los altos mandos del gobierno comunista liderado por Gabriel Boric. La polémica se desató por la diferencia conceptual entre el subsecretario de Desarrollo Social, Miguel Crispi "(Revolución Democrática), y la ministra de Justicia, la feminista Marcela Ríos (Convergencia Social), con respecto a la calidad jurídica con la cual se encuentra recluido el terrorista indigenista Celestino Córdova.

Durante el pasado fin de semana, medios de comunicación preguntaron a Ríos sobre si, a su juicio, el terrorista Córdova, condenado a apenas 18 años de cárcel por el asesinato de la familia Luchsinger-Mackay, podía considerarse un “preso político”, figura mítica con la cual los insurgentes de izquierda se autodenominan para obtener beneficios. Ante la pregunta, la ministra legitimó la idea de la existencia de estos supuestos “presos políticos” y contestó que no le corresponde pronunciarse a sobre si el comunero es un “preso político” o un homicida.

En contraste el izquierdista Crispi declaró a los medios: “yo diría que es un preso común por un caso gravísimo, que está condenado por la justicia […] Es una persona que es bastante indefendible su posición, por lo tanto, diría que es una persona que está condenada justamente por los tribunales chilenos y esa es mi opinión”.

Estas declaraciones contrapuestas ponen en evidencia la fractura entre los ultraizquierdistas que participan en el gobierno de Boric, estando algunos más abiertos a favorecer a los terroristas indigenistas y otros que prefieren intentar conservar ciertas formalidades del sistema.

El terrorista Córdova en cuestión ya disfruta del beneficio de salidas dominicales que aprovecha para reunirse con sus cómplices en la zona de Temucuicui, centro operativo de la guerrilla indigenista, beneficio que le fue dado por presiones políticas ya que Córdova se autopercibe como brujo de los cultos araucanos, por lo cual se le ha conferido un trato especial a lo largo de su aprisionamiento.