Los métodos anarquistas de la ACES
Por: Valentina Morgan
A dos semanas de la rendición de la Prueba de Transición Universitaria, estudiantes secundarios pertenecientes a la ACES tomaron la sede del Departamento de Evaluación, Medición y Registro Educacional de la Universidad de CHile, en Ñuñoa.
Cerca de 60 jóvenes se esposaron al inmueble y empapelaron con consignas antisistémicas: exigieron el fin de las pruebas estandarizadas para ingresar a la educación superior, para así alcanzar el acceso universal y gratuito a la universidad, y tampoco desaprovecharon para exigir la renuncia del presidente Piñera. Los jóvenes idealistas fueron desalojados una hora más tarde por personal de Control del Orden Público de Carabineros, con solo aprox. ⅓ de detenidos.
Si bien el año pasado, muchos estudiantes apoyaron este tipo de manifestaciones, hoy en las redes sociales se encuentran molestos con los miembros de la ACES. Ellos recalcan el miedo e incertidumbre de que este tipo de eventos se sigan repitiendo hasta el mismo día de la PTU y pierdan otro año más de 280 mil jóvenes su oportunidad de entrar a la educación superior. La ACES nuevamente está dando que hablar y debemos entender cómo funcionan los movimientos estudiantiles y especialmente este grupo. Este ejercicio que haremos a continuación claramente el gobierno de turno no los hace, sino podrían frenar la influencia política y mediática que tienen unos pocos menores de edad.
Por un lado, La Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios fue fundada en el año 2000 por secundarios de la educación pública y particular-subvencionada. Este grupo nació desde la disidencia más radical de la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago (FESES), para evitar la influencia política formal dentro de las organizaciones escolares. Grandes hitos han marcado su currículum insurrecto, que ha ido escalando tanto en objetivos como en violencia: el Mochilazo del 2001, la Revolución Pingüina del 2006, las fuertes movilizaciones del 2011 y 2019 y, ahora, su participación el boicot de la PSU.
Debemos entender cómo actúan interna y externamente estos ángeles revolucionarios. Primero, tienen una matriz anarquista, ya que no creen en la jerarquización ni dirección central del movimiento. Segundo, funcionan de manera horizontal, aunque con voceros bastante particulares; aquí “todos cuentan igual” y se organizan mediante asambleas abiertas. Tercero, su principio básico, como lo hemos visto desde el 2001 con el Mochilazo, es el de acción directa, de carácter insurreccional y con un enemigo claro: el sistema educacional chileno.
A través de este tipo de actos buscan hacer “propaganda por la acción” para despertar a otros estudiantes secundarios, traspasando las formas institucionalizadas de difundir ideas políticas a tan temprana edad. Los actuales voceros de la ACES son el disidente Marcos Fauré y las feministas radicales Isidora Godoy y Catalina Garay. Esta última manifestó su profunda molestia que no se debe dar la PTU, ya que no existen las condiciones y porque “tuvimos que descuidar nuestros estudios para poder salir a trabajar y levantar la olla común dentro de nuestras casas”. Aunque, esto puede no ser del todo verídico, el principal vocero Fauré adelantó algo importante en el mes de octubre en una entrevista para Medium: dijo, explícitamente, que si era necesario volver a protestar y que por ello se quedara sin la posibilidad de entrar a la universidad le importaba bastante poco.
Tal vez este joven ignora que no todos quieren tomar un camino artístico que no es necesario preparar dentro de una institución de educación superior, ni tiene todo el tiempo ni dinero del mundo para soportar boicots cuando a un grupo insurrecto se le dé la gana. Además, ya el DEMRE dio las facilidades para rendir la prueba en grupos separados, con una fecha alternativa y dándole más relevancia al esfuerzo durante la enseñanza media.
Por otro lado, es importante recordar que el conflicto estudiantil en nuestro país se remonta fuertemente a la década de los 60, al llamado movimiento de reforma universitaria y se prolonga hasta nuestros días. Cualquier consecuencia tangible que tengan estos movimientos, se le debe atribuir y responsabilizar al gobierno y, directamente a los actores políticos de la demanda principal.
Los movimientos estudiantiles chilenos ya están en otra fase, que no es la que intenta penetrar netamente desde la teoría y en plano de las ideas. Los movimientos se encuentran inmersos en la acción política y ya deconstruyeron el actual sistema educativo: conquistaron desde la década del 60 este territorio en la mente de la población chilena, porque se mostraron como autónomos, ajenos a lo que está mal y definen esta y otras categorías con un lenguaje que ya ocupan los políticos, los medios y la sociedad por igual.