Especial Baquedano: Los motivos político-estratégicos de Putin para invadir Ucrania

El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, ha invadido militarmente a su vecino país, Ucrania. Para justificar su acción, Putin ha declarado que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, es un gobierno “neonazi” que está cometiendo un supuesto genocidio en contra de la población rusoparlante de las provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk, todo ello en un contexto en el que Ucrania se había sentado a negociar un eventual ingreso a la OTAN y la Unión Europea.

Antes de la invasión, el ejército ruso había acumulado alrededor de 200.000 soldados junto con tanques, equipos de artillería y hospitales de campaña, tanto dentro de sus fronteras como en su aliada Bielorrusia, que comparte una larga frontera con Ucrania.

Estas fuerzas rusas tienen casi el mismo tamaño que todo el ejército ucraniano y es también equivalente a la cantidad de contingente bélico que empleó Estados Unidos para invadir Irak en 2003. Fuerzas de este tamaño son lo suficientemente grandes como para ser una fuerza de invasión efectiva. A esto se suma la presencia de fuerzas pro-rusas en Donetsk y Lugansk, así como el contingente ruso asentado en la península de Crimea, bajo control ruso desde 2014. De esta forma, Rusia rodea a Ucrania militarmente desde el este, el norte y el sur.

El ataque ruso, que ha estado acompañado de la amenaza constante de una confrontación nuclear, tiene el potencial de ser el mayor conflicto visto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

A continuación, presentaremos en detalle los motivos estratégicos que motivan la decisión de Vladimir Putin, desde una perspectiva geopolítica, económica e ideológica.

En esta primera parte veremos cuáles son los motivos estratégicos geopolíticos detrás de esta decisión militar que puede cambiar el curso de la historia.

Primero que todo, un poco de historia, Ucrania ha sufrido históricamente una ausencia de fronteras naturales, lo que ayuda a explicar por qué hasta finales del siglo XX los ucranianos no pudieron establecer un Estado soberano. A finales de la Edad Media ya existía un idioma ucraniano, de raíces eslavas, vinculado tanto con el polaco como con el ruso pero distinto de ellos, así como el italiano se relaciona con el español o el francés. Los ucranianos tienen su propia cultura desde aquella época, en la que tuvieron su primer Estado, el llamado Rus de Kiev, el cual desde el siglo IX estuvo formado por campesinos eslavos dirigidos por una nobleza vikinga. Este antiguo reino es considerado el origen de los ucranianos, rusos y bielorrusos, por lo que la historia de estos tres países está siempre tan conectada.

Posteriormente, el territorio ucraniano estuvo bajo el poder de los mongoles, los lituanos, los turcos, los polacos, los austríacos y, desde el siglo XVIII casi la totalidad de su actual territorio estuvo bajo el dominio del Imperio Ruso que se transformó en la Unión Soviética.

El nacionalismo ucraniano se fortaleció durante los siglos XVIII y XIX, a causa de las revoluciones liberales de la época, tal como pasó en toda Europa desde la Revolución Francesa, sin embargo, no logró ni la independencia ni la fijación de sus fronteras, el mapa actual de Ucrania fue finalmente decidido en Moscú por los principales jerarcas soviéticos, tales como Vladimir Lenin y Josef Stalin.

En 1932, Stalin llevó a cabo grandes expropiaciones de tierra, y bajo su administración comunista ocurriría el llamado “holodomor” o genocidio ucraniano, en el cual cerca de 4 millones de personas murieron de hambre. Esta herida generó una enorme agudización de la rivalidad entre ucranianos y rusos, motivo por el cual muchos ucranianos celebraron la llegada de las tropas alemanas de Hitler en 1941 durante la Segunda Guerra Mundial, motivo por el cual se sigue perpetuando el mito desde la propaganda rusa de que los ucranianos serían hoy “neonazis”.

Entre 1991 y 1992 la Unión Soviética se derrumba y se fragmenta en 15 países, entre ellos Bielorrusia, Ucrania y, por supuesto, Rusia. Este hecho ha sido calificado por Vladimir Putin como la mayor desgracia geopolítica del siglo XX, debido a que esta fragmentación puso fin a varios siglos de soberanía rusa en un amplio espacio de la región eurasiática. Por ende, ya nos queda claro que el presidente ruso tiene una añoranza histórica por el territorio completo de lo que alguna vez fuera el Imperio Ruso.

A pesar de su gigantesco tamaño, la Federación Rusa posee hoy la mitad de la población que alguna vez tuviera la Unión Europea, y económicamente posee una economía que es sólo moderadamente más grande que España, que tiene solo un tercio de la población de Rusia. Además, en términos militares, durante la Guerra Fría, la Unión Soviética además contaba con el Pacto de Varsovia, un colchón de países de la Europa Oriental que tenían regímenes comunistas y que, en conjunto, eran la oposición a la OTAN, la alianza de las democracias occidentales contra el comunismo estalinista ruso. Con la caída de la Unión Soviética, el Pacto de Varsovia desapareció y la Federación Rusa quedaba doblemente desprotegida en caso de una agresión de la OTAN.

Aquí es donde adquiere relevancia lo que se conoce como geoestrategia, una rama de la geopolítica que nos permite entender en términos concretos la importancia del territorio ucraniano para los rusos en materia militar.

Desde la costa de los Países Bajos hasta los montes Urales en Rusia se extiende una región geográfica conocida como la Llanura Nordeuropea, un espacio plano por el cual pueden movilizarse sin interrupciones fuerzas militares terrestres, eventualmente con gran rapidez si se trata de invasiones rápidas. Esta llanura tiene forma de embudo y se ensancha a medida que se avanza hacia el oriente. Los principales países que forman parte de esta llanura son: los Países Bajos, Alemania, Polonia, Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia y Rusia. Siete de estos países eran parte de la Unión Soviética y dos estaban en el Pacto de Varsovia. Hoy, con excepción de Bielorrusia, todos los demás países se han alineado con Occidente.

A medida que la Llanura Nordeuropea se abre hacia el oriente, sus posiciones son más difíciles de defender, pues es fácil atacar cualquier punto. Por eso, considerando que el oeste de Rusia es básicamente la apertura de esta llanura, el régimen de Moscú se considera a sí mismo muy vulnerable en caso de que no extienda su hegemonía hacia Occidente, con el fin de acercarse a la zona más estrecha de la llanura, siendo su mejor escenario la época en la que el régimen comunista de Alemania Oriental era su aliado, un país que hoy ni siquiera existe.

Para desgracia de Moscú, hoy Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria, todos ex Pacto de Varsovia pertenecen hoy a la OTAN, así como los países exsoviéticos de Estonia, Letonia y Lituania. Por ello, la inclusión de Suecia, Finlandia y Ucrania en esa organización cierra aún mucho más el cerco para Rusia. Además, la pérdida de Ucrania dejaría a Bielorrusia como el único aliado de Rusia en la Llanura Nordeuropea, un problema que, sumado a la relación histórica de hermandad y dominio entre rusos y ucranianos, hace inaceptable para Putin dejar que ocurra.

Actualmente, Rusia comanda un pacto llamado Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, cuya sigla es OTSC, al cual pertenecen los países exsoviéticos que se mantienen leales a Rusia, que son Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Bielorrusia, donde este último país dirigido por Alexander Lukashenko, quien se mantiene en el poder desde 1994, es clave por ser el único amortiguador de Rusia en términos geográficos, pero que se volvería muy fácil de derrotar en caso de que Ucrania se una a la OTAN, puesto que ya estaría expuesto a ser rodeado por Polonia y Lituania, además de por Ucrania, lo que se complejiza en caso de que Suecia y Finlandia se unan a la OTAN, pues el mar Báltico quedaría completamente dominado por la alianza occidental, cortando además el corredor de Suwalki, clave para mantener conexión entre Bielorrusia y la importantísima región rusa de Kaliningrado que quedaría completamente aislada en las costas del Báltico.

Con Ucrania dentro de la OTAN, Rusia tendría que prepararse para establecer una línea de defensa a lo largo de 2.300 kilómetros de terreno plano, lo que es complejo hasta para una superpotencia militar. Una de las zonas más expuestas en un eventual escenario así sería la ciudad de Volgogrado, conocida anteriormente como Stalingrado, epicentro de una de las batallas más importantes de la Segunda Guerra Mundial, lo que explica que Hitler aprovechó precisamente esta misma debilidad geoestratégica de Rusia para avanzar en dirección a Moscú y estar muy próximo a derrotar a los soviéticos.

Si cayera Volgogrado se cortaría el flujo de petróleo y gas que va desde el mar Caspio hasta Moscú, desabasteciendo de energía a la propia capital rusa y debilitándola frente a un ataque final. Por este motivo es tan importante para Rusia extender sus fronteras defensivas hacia el límite occidental de Ucrania, donde los montes Cárpatos reducen la capacidad de maniobra de Occidente de entrar a territorio ruso desde un flanco meridional. Para ello se requiere que Ucrania sea aliada de Rusia o, por lo menos, neutral.

Geopolítica, Rusia